¿Qué es eso que te impulsa a salir a la montaña?
En mi caso desde pequeño gracias a mis abuelos he frecuentado la zona rural cuando íbamos de pequeños con mi hermano a la finca de mi abuelo. Recuerdo que al principio era muy aburrido tener que madrugar desde la casa en Armenia Quindío donde vivíamos con mis abuelos y mi tío Orlando para ir a la finca muy temprano en la mañana pero ya al encontrarnos en el pueblo (Sevilla Valle) y al empezar a recorrer la carretera destapada que nos llevaba a la finca, esa sensación de tener sueño o pereza de salir quedaba atrás y empezaba la aventura.
Caminos muy empinados, carretera en mal estado que solo se podía acceder en Willys o en el Land Rover Santana modelo 69 que teníamos en casa y que nos llevaba hasta una linda casa de finca antigua. Bajábamos los implementos que se iban a necesitar para el recorrido por la finca: jeans viejos, gorra, machetes, costales, estopas, coge-frutas, una botella 2 litros de aguapanela con limón que no podía faltar y los sándwiches que nos había preparado la abuelita. Una vez teníamos todo nuestro equipo listo empezábamos a trepar por la montaña, en medio de los pastizales altos (también conocido como india), árboles y un bosque muy frondoso en búsqueda de los árboles frutales, empezábamos subiendo hasta lo más alto del lote donde estaban las naranjas tangelo y de allí empezábamos a descender pasando por las mandarinas, limones y naranja valencia, de pronto de vez en cuando se nos atravesaba un palo de mango o de guanábana y todo iba al costal. Llegando a la mitad de la bajada era la hora de comer, nos sentábamos y en medio de toda esa naturaleza disfrutábamos de esos bocados con tanto gusto que toda esa pereza y malestar que habíamos pasado para madrugar y estar allí ya había desaparecido por completo y en ese instante el compartir, el disfrutar, el sentir, era lo único que existía, ese momento era infinito, aún lo es.
Terminábamos nuestro fiambre y recorríamos de bajada la mitad restante que era la más dura ya que cada vez estaban más pesados los costales, y de tanto en tanto nos íbamos comiendo parte de la carga que traíamos, han sido y serán las frutas más ricas que he saboreado; una vez llegábamos de vuelta a la casa finca nos estaba esperando la abuelita con sus delicias culinarias del almuerzo para recuperar energías y subir toda la carga al Jeep y empezar el regreso. Una vez en el pueblo era el momento de tomarse un refresco en Tres-Esquinas y de saludar a una cantidad de Arboledas y amigos de mi abuelo para ahora sí, regresar a la ciudad.
El traer estos recuerdos al presente me hace pensar que cada vez que voy a una carrera o que me enfrento a cualquier reto estoy viviendo paso a paso cada una de las etapas que vivía yendo a la finca, primero esa preparación que tenemos que hacer, esas madrugadas para salir a entrenar, esos entrenamientos que a veces agobian, ese desprenderse de la zona de confort; para pasar a la siguiente etapa de alistar los últimos detalles ya para tirarse al ruedo y comenzar la aventura y darte cuenta que una vez das el primer paso todo es mejor; lo siguiente es sentir que todo ese esfuerzo, toda esa preparación ha valido la pena y puedes enfrentar esa cuesta que se viene para después tomarte un minuto y disfrutar del sitio donde te encuentras, darte el espacio de sentir, saborear que ese momento es lo único que existe, abrir tus ojos y mirar a tu alrededor y saber que ese instante lo es todo; continuar adelante con tu propósito claro llenando tu costal que cada vez se hace más pesado y sientes que mientras más cerca estás de la meta más difícil se hace pero que el alimentarte de lo que cargas en tu costal en realidad te hace más fuerte hasta que cruzas la meta, lograste tu objetivo, lo puedes compartir con quienes te han acompañado en ese camino, con quienes te han impulsado a hacerlo y han creído en ti y es el momento de recuperar energías y volver a casa hasta una próxima aventura. Eso es lo que me impulsa a salir a la montaña.
Alfonso Esteban De la Cruz Arboleda
Director General Festival de la Montaña